¿Es la apropiación cultural un método infalible para impresionar en la pasarela?
Impactar para revolucionar la industria de la moda. Sin duda esta sería la máxima que adoptarían las grandes firmas de lujo para embolsarse millones de euros con sus diseños cada temporada. Se trata de un negocio bastante simple a la par que complejo: presentar nuevas colecciones con diseños revolucionarios, que llamen la atención, siguiendo (o no) las nuevas tendencias presentes en la industria.
Evidentemente, para llevar a cabo esta acción, existen varias vías de actuación. Una de las más conocidas recientemente es la apropiación cultural, pero, ¿en qué consiste exactamente?
Cuando mencionamos este término estamos haciendo referencia al hecho de coger un objeto en concreto o cualquier tipología de estilo sin permiso, con fines comerciales, excluyendo a la persona o grupo que lo creó realmente. En otras palabras, en el ámbito de la moda, se trata de lucrarse económicamente con una serie de diseños sin darle la parte proporcional a quien originó los mismos.
Como ya se ha mencionado anteriormente, durante estos últimos años hemos podido ver numerosos casos de este tipo en las pasarelas de grandes firmas de lujo. Sin ir más lejos, un ejemplo claro fue el caso del biquini que llevó la conocida modelo Karlie Kloss en el desfile de Victoria’s Secret de 2012 con un tocado de plumas de los nativos estadounidenses, o la colección de la temporada otoño-invierno de 2015 de Givenchy que elevó al lujo la estética de las bandas callejeras de las “cholas” latinas (este término hace referencia a un subgrupo de mujeres dentro de la cultura gánster de origen mexicano).
Más casos similares fueron el de modelos de piel blanca luciendo trenzas de espiga en el desfile de Valentino de primavera-verano de 2016 o las rastas en un desfile mayoritariamente blanco de Marc Jacobs a principios de este año.
Pero, sin duda, uno de los casos que más llamó la atención en el sector fue el de la diseñadora Isabel Marant, acusada de plagio por una comunidad de mujeres indígenas mexicanas debido a uno de sus diseños, una blusa cuya estructura y material reproducía con total exactitud los diseños que este grupo elaboraba desde hace más de 600 años. Al final el conflicto se solucionó a través de la intervención de la UNESCO, que declaró estos diseños como un legado cultural intangible, otorgándoles, por tanto, un reconocimiento.
De todas formas, hay que reconocer que no podemos generalizar en este aspecto, ya que se tiene constancia de que algunas marcas sí que han hecho las cosas bien desde un principio. Es el caso de la conocida firma de calzado de lujo francesa Christian Louboutin, que lanzó la pasada primavera de este año una modalidad de bolso que incorporaba diseños aztecas elaborados por artesanos de la península de Yucatán, mostrando el proceso de fabricación junto a las artesanas. Además, un 10% de los beneficios eran destinados a dicha comunidad. Ya no estamos hablando de hacer las cosas de forma correcta o no, sino que, si lo pensamos con la cabeza fría, el hecho de que la firma hiciese esto le generó una muy buena imagen, convirtiéndose en una estrategia de marketing y publicidad brutal.
Por último, es interesante destacar como se han visto casos de apropiación del feminismo en cuanto a diseños por parte de las marcas. Lanzamos una pregunta para reflexionar: ¿realmente hacen esto porque están concienciadas con la causa y quieren apoyar a la mujer por encima de todo o se trata de una simple estrategia comercial para vender más?
Está claro que este tema concreto, y la apropiación cultural a nivel general suscita un gran debate. ¿Hasta qué punto es legal la apropiación cultural? ¿Se considera esto un plagio o un homenaje? ¿Deberían las marcas pagar una comisión a las comunidades que han creado originalmente estos diseños?
